Documental retrata vida
de Claudio Bravo en Marruecos
 
Dirigido por el francés Philippe Aubert, la película se
estrena en la Corporación Cultural de Las Condes.
La Tercera, por Denisse Espinoza, 21 de Julio de 2011
 
 
Se trata del último registro en vida del pintor, muerto a los 74 años en su casa de Taroudant.
En 2006, el pintor Claudio Bravo cortó el último vínculo terrenal con Chile. Ese año, decidió vender su fundo cercano a Puerto Octay para radicarse definitivamente en Marruecos, país al que llegó en 1972. Con el dinero de la venta, el artista pudo realizar otro sueño: completar su colección de cerámicas marroquíes del siglo VI al XIX y así construir su propio museo, que, a su vez, le serviría de tumba.

Los últimos años de vida, Bravo los pasó pensando dónde sepultarse. "Me gustaría ser un emperador mongol, tener un museo permanente con una cúpula como el Taj Mahal, con jardines a mi alrededor y descansar allí eternamente.

Es una idea un poco grandiosa y hay algo de ridículo, pero la humildad nunca ha sido mi fuerte", expresa el pintor en el documental Claudio Bravo en Marruecos, dirigido por el francés Philipp Aubert y que se exhibe ahora en la Corporación Cultural de Las Condes.

La cinta se estrenó en marzo de 2010 en el Festival de Cine de Montreal y luego formó parte de la exposición de Bravo en la galería Marlborough de Nueva York, donde el artista presentó sus obras más recientes.

Considerado una suerte de testamento del artista fallecido en junio pasado, el filme es narrado por él y muestra parte de su extravagante vida en Marruecos, sus lujosas casas en Marrakech, Tánger y Taroudant, construidas como verdaderas fortalezas, y su pasión por los caballos árabes: tenía cerca de 30, a los que cada tarde, luego de sus sesiones de pintura de ocho horas, visitaba para entrenarlos y alimentarlos con zanahorias.

En la cinta se ve a Bravo recorrer en carruaje sus amplias hectáreas de plantaciones de olivos, compartiendo un almuerzo con su amiga Farah Diba, ex emperatriz de Irán, y recorriendo el colegio y el hospital de cinco mil metros cuadrados que levantó en el pueblo de Taroudant. "Marruecos me ha dado mucho y esta es mi forma de devolverlo", dice.

También habla de pintura y revela el origen de sus "paquetes", la serie de cuadros que en los 90 consolidó su fama y que llegó a vender en un millón y medio de dólares. "Hice un robo, lo reconozco. En el siglo VI a.C. hubo un duelo entre dos pintores griegos. El primero pintó una naturaleza muerta con frutas y pájaros, y el segundo, un sobre amarrado con cuerdas. Todos le preguntaron: '¿Podemos ver el cuadro verdadero?', y él les dijo: 'Este es el cuadro'. Fue el ganador. Mis paquetes son lo mismo: una idea del siglo VI", dice Bravo. "Estoy obsesionado con la belleza. Quizás soy de otra época, del Renacimiento, o como los griegos del tiempo de Pericles", remata.

 

El documental

La cinta, de 26 minutos, se exhibe en rotativo hasta el 28 de agosto en la Corporación Cultural Las Condes (Av. Apoquindo 6570), en paralelo a la muestra de pinturas de Bravo, realizadas en Chile en los años 50 y 60. También se proyecta el documental de Hugo Arévalo, Claudio Bravo: la pupila del alma (1995), los sábados y domingos, a las 12 horas. Gratis.