Muestra de Las Condes rescata las
primeras obras de Claudio Bravo
 
Desde el 16 de julio se exhiben 65 dibujos y cuadros
realizados por el pintor en los años 50 y 60.
La Tercera, por Denisse Espinoza, 8 de Julio de 2011
 
 
Esa tarde, Ernesto Steffens llegó a la casa de su madre, ubicada en la calle Freire de Concepción, acompañado de un joven pintor santiaguino. "Traje a un amigo a almorzar", le dijo a la dueña de casa, presentándole a un veinteañero Claudio Bravo.

"Terminó quedándose a vivir tres años", recuerda Cecilia Steffens, que en esa época tenía nueve años y solía visitar la casa de su abuela, María Eugenia Correa, para ver cómo trabajaba el artista.

"Se empezó a correr la voz del prodigio de este joven. Al final, mucha gente de Concepción se retrató con él y nuestra familia posee un montón de cuadros suyos", cuenta Cecilia, quien cederá cuatro retratos realizados por el célebre pintor para que sean exhibidos en Claudio Bravo, los años chilenos 1951-1960, que se abre el 16 de julio en la Corporación Cultural Las Condes.

La exposición se montó por primera vez en 2005, con unos 50 dibujos y cuadros, y ahora se reabre en homenaje al pintor fallecido hace un mes en Marruecos. La muestra suma esta vez 11 nuevas obras, cedidas por coleccionistas privados de Santiago y Concepción, nunca antes vistas, que reflejan sus primeros pasos como artista.

En paralelo, en el Museo de Artes Visuales (ver recuadro), se exhiben hasta el 24 de julio seis cuadros del artista que van desde los años 50 hasta el 2000.

Concepción y el mundo

La vocación artística de Bravo nunca fue aprobada por su padre, Tomás Bravo Santibáñez, un acaudalado empresario ganadero con un fundo en Melipilla. En 1957, con sólo 21 años, Bravo llegó a Concepción decidido a dar rienda suelta a su pincel. En la casa de los Steffens se mezcló con la bohemia penquista, entablando amistad con el escritor Benjamín Subercaseaux y el poeta Luis Oyarzún.

También comenzó a retratar a amigos y vecinos del sector. Gabriela Schiavi tenía 14 años cuando se hizo asidua visitante de su taller. "Iba en las tardes después del colegio para verlo pintar. Me gustaba el dibujo y él me empujaba a que siguiera. Aprendí mucho, fue como un maestro", cuenta la pintora, hoy de 65 años, quien también prestó un dibujo de Bravo, donde aparece ella y su hermano, para la muestra.

Luego de tres años, el pintor se fue a España, donde ganó fama retratando a la aristocracia europea: la hija del propio Franco fue una de sus modelos. Desde allí, perdió todo contacto con sus antiguos amigos de Concepción. "Nunca mencionó la ayuda que mi abuela le dio. Hubo una ingratitud muy grande, porque ella lo acogió, le estimuló e incluso le ayudó a administrar su plata", dice Cecilia Steffens. En unas de sus visitas a Chile, en los 70, Bravo conoció a la periodista Sonia Quintana, quien escribió el catálogo de la muestra y con quien estrechó una gran amistad. "Esa vez anduvimos en funicular, nos sacamos una foto de esas instantáneas de cajón y almorzamos en un restaurante cerca del cerro", cuenta Quintana. "Nunca pintó en base a fotografías. Le gustaba establecer una relación con la persona y sacar su esencia. Los años en Concepción fueron importantes para él. Ahí reafirmó el talento que tenía desde niño".

Bravo estudió en el colegio San Ignacio de Alonso de Ovalle, donde muy joven ya mostró talento para el dibujo. El actor Héctor Noguera fue uno de sus compañeros de curso y amigo cercano, a quien retrató varias veces. "Pasé muchos veranos en su fundo en Melipilla. El pintaba y yo posaba horas, y a veces días, también montábamos a caballo o nos bañábamos en el río", cuenta Noguera.

En el colegio también formaron un grupo de teatro, donde Bravo hacía las escenografías, y a los 18 años actuaron juntos para el musical Esta señorita Trini en el Teatro UC. "Era muy especial. Nunca dudó de su talento y tenía la seguridad absoluta de que sería rico y famoso un día", dice el actor.

A fines de los 70, Bravo se radicó en Marruecos y desde 2005 nunca más volvió a Chile. No quería hacer más retratos, sino buscar su propio estilo. Allá empezó a pintar bodegones, paisajes y escenas de atmósferas espirituales. "Me decía que la fealdad lo descomponía. Su obra siempre buscó la belleza, plasmando una realidad, pero cómo él quería que fuese", remata Quintana.

Homenaje al pintor en el Mavi

La muestra en el Museo de Artes Visuales sirve de complemento para la exhibición en Las Condes. Se trata de un breve recorrido, a través de seis pinturas que reflejan los cambios de temáticas y estilos del pintor. Comienza con un dibujo de 1957, donde retrata a Héctor Noguera vestido de Arlequín. Le sigue un grabado de 1976 y un óleo de 1984: Paisaje desde la ventana, donde demuestra los primeros y tímidos intentos de retratar la naturaleza. Hay dos obras de los años 90 y un óleo de 2000, titulada Quince, que refleja el trabajo del artista en sus últimos años, cuando se abocó a pintar paquetes logrando plasmar hasta los más finos detalles de sus pliegues. Esta serie llegaría a ser una de sus producciones más cotizadas: Paquete Marfil alcanzó el récord de un millón y medio de dólares en una subasta en Sotheby's, en 2002.