Claudio Bravo:
Confesiones de un pintor burgués
 
 
 
Arte al Límite, por Ana María de Aguirre, 28 de Noviembre de 2006
 
 
Después de un agitado ciclo de exposiciones en Florida, Madrid, Londres, Montecarlo y La Loire, Claudio Bravo cierra el 2006 con una muestra en Chile donde expone los mejores trabajos de sus últimos 5 años. Bravo es uno de los artistas chilenos más cotizados en el mercado internacional y su deslumbrante virtuosismo técnico lo ha hecho merecedor de grandes elogios. Próximo a cumplir setenta años, reconoce que hoy se cansa más que antes, pero a pesar de ello, quiere morir a los noventa pintando en su caballete.

"Hombre talentoso al cual el Cielo dotó de un don que nadie tiene". Esto es Claudio Bravo según Claudio Bravo.

Lo cierto es que su talento lo han convertido en uno de los pintores vivos con mayor éxito comercial en el mundo, lo que le permite vivir como un rey concentrado en sus telas, cotizadas a altos precios en el mercado internacional. Sus obras figuran en prestigiosas colecciones públicas y privadas como el Metropolitan Museum of Art (Nueva York), Museo Rufino Tamayo (México), Museum of Modern Art, MoMA (Nueva York), y el Meter Ludwig Museum (Colonia), entre otros. Con una exitosa carrera que inició a los 17 años en Chile, entre sus experiencias está haber sido elegido a los 36 años para exponer en la quinta versión de la Documenta Kassel, en 1972. Así, año a año, Bravo acumula exposiciones en diversos lados del planeta. A inicios del 2006, fue objeto de una retrospectiva en el Naples Museum of Art en Florida, EEUU, para luego exhibir durante el segundo semestre otra muestra en el Castillo de Chenonceau, en Francia. El pintor cierra el ciclo 2006 en Chile, con una selección de sus mejores trabajos de los últimos años, que se expondrá durante diciembre en la Galería A.M.S. Marlborough de Santiago.

Rumbo a tierras lejanas

A los 24 años y sin un centavo dejó su suelo natal. "Me fui de Chile porque en Chile había poco gusto", nos comenta desde Marruecos. Luego partió a Madrid donde se hizo famoso tras dibujar a altas personalidades de la época.

Llegó a pintar más de 300 retratos en ocho años, plasmando en telas al Rey Juan Carlos, la Reina Sofía y a las Infantas. Durante sus primeros años en esta ciudad estudió a los grandes maestros del Museo del Prado, especialmente la colección del Renacimiento Italiano y las obras del Barroco Español. Sus favoritos: Diego Velásquez y Francisco Zurbarán, pintores que tuvieron gran importancia en su desarrollo artístico: "Cuando entraba a los museos y estudiaba a artistas de categoría, me cambiaron las ideas y entonces realicé mis mejores retratos", recuerda.

En 1963 Bravo tuvo su primera exposición en Madrid y allí continuó exhibiendo a lo largo de la década. En 1970 realiza una exposición en la Galería Staempfli, en Madison Avenue de NY, donde obtiene una muy buena crítica.

Parte a Marruecos, donde vive actualmente en uno de sus tres grandes palacios. "Me aburrí de hacer retratos, tenía un forrado de dinero y como a mí me gusta vivir bien, me despedí de España. Quería hacer lo que me daba la gana", afirma. En Tánger la atmósfera, la gente, los colores, el paisaje y la liberación de las presiones sociales con las cuales vivía en Madrid, le dieron un giro existencial a su prontuario temático.

En 1981 expuso por primera vez en la Galería Marlborough en Nueva York, de la cual es artista exclusivo junto con Fernando Botero y Rufino Tamayo. En 1994, realizó en Chile una gran exposición individual en el Museo Nacional de Bellas Artes, que marca el reencuentro con el país. En la oportunidad, ciento ochenta mil personas visitaron la muestra.

La realidad de Bravo

Marruecos nutrió la mente creadora del pintor, aumentando el repertorio temático de sus obras. Su técnica es el óleo, el dibujo al carboncillo, el pastel y el grabado, logrando mostrar una realidad que muchas veces supera a la de sus propios modelos. "Intento hacer una mezcla de lo eterno con lo de nuestros días y creo que lo estoy consiguiendo muy bien", nos declara.

Su pintura ha sido descrita como realista, hiperrealista y hasta fotorrealista, caracterizaciones de las que Bravo trata de alejarse. "Al principio mi trabajo era muy realista, pero luego comencé a ser un poco abstracto. Me he alineado más con las prioridades del arte moderno, sin olvidar el hecho de que soy realista. Mientras vas envejeciendo, te vas rejuveneciendo", declaró en el catálogo de su última muestra. Pero de fotorrealismo, nada. "La palabra foto me molesta porque nunca he pintado de una foto. He sido influenciado por gran cantidad de artistas, incluyendo no sólo a los grandes maestros (...) He viajado por la historia del arte a través de mis pinturas", explicó. Fiel amante de su trabajo, goza de un prestigio que supera las expectativas que alguna vez imaginó. "El éxito de mis cuadros supera todos mis sueños, nunca pensé que iba a ser tan famoso, tan caro. Nunca pensé que iba a tener presidentes, reyes y ministros de cultura tocando mi puerta", nos señala.

Claudio Bravo adentro

¿Se identifica con alguna corriente artística? ¿Cómo definiría su trabajo?
Es una mezcla muy extraña. Mis cuadros son completamente realistas como de una técnica del Museo del Prado, pero los temas no tienen nada que ver con los realistas del Prado. Ya casi no pinto figuras. He hecho una exposición de telas que parecían todos cuadros abstractos. Uno se acercaba y daban ganas de tocar la tela porque eran de un realismo completo.

¿Ha investigado otras técnicas pictóricas para aplicar en sus obras?
Yo no me quiero traicionar a mí mismo. Yo tengo en mis manos un talento especial para copiar la realidad y muchas veces intenté hacer otro tipo de pintura, pero mis mismos amigos artistas -buenos pintores- me decían 'no seas loco, tú tienes un don del cielo que nadie tiene'. Yo copio la realidad diferente, la reinvento, sigo mis dones. Para qué me voy a traicionar a mí mismo y hacer otro tipo de pintura y seguir a los demás. A mí me gusta ser yo mismo, no parecerme a nadie, entonces la única manera es ser fiel con los dones que Dios te ha dado. Yo pinto la realidad y como está llena de defectos que no me gustan, la exalto.

¿Cómo es su metodología de trabajo?
Estos dos últimos años he realizado nueve exposiciones en diferentes países: una en Florida, otra en Madrid y en Londres. Ahora estoy en Montecarlo y la Loire. Como tú puedes ver no puedo parar de trabajar. Tengo que estar pintando todo el día, por eso no me quito del caballete. Comienzo a pintar a las nueve, tengo que contestar llamados telefónicos, la cocina, el servicio, como a las nueve de la noche me quedo dormido de lo cansado que estoy.

¿Siente que su obra pictórica significa un aporte a la plástica?
Mi aporte al arte es lograr hacer obras de la mejor calidad posible. Yo veo que hoy en día los pintores no trabajan, sino que improvisan, compran un objeto en el mercado, lo ponen al revés y resulta ser una escultura. Yo creo que el único ejemplo que le puedo dar a los artistas jóvenes es trabajar con calidad, soy muy trabajador.

¿Cómo enfrenta la crítica?
A mí las críticas que me divierten y colecciono son las que no son buenas. Las que me interesan son las malas. Compro los periódicos y se las leo a mis amigos y nos morimos de la risa.

¿Cuál es su relación con Chile? ¿Pensó alguna vez en volver?
Tengo tres palacios en Marruecos, 36 personas a mi servicio, no puedo marcharme de un sitio donde estoy tan bien organizado. Yo tenía una finca en Chile, en la décima región, pero la vendí porque cada vez que llegaba a Chile me enfermaba. Es muy lejos. Entonces me he dedicado aquí, a mi casa y disfruto todas estas cosas que me gustan. Los marroquíes son muy cariñosos conmigo y se hacen como si fueran de la familia y al final me quieren tanto que para qué me voy a mover.